El sonido de las hélices rotando y el zumbido del motor no le dejaban pensar...ese día...el momento que le pertenecía....era el instante de Hiroshi en la historia de su familia, un linaje que se remontaba hasta los samuráis.
En el panel de mandos solo veía la foto que había puesto antes de despegar, la foto de su hija, una foto tomada una semana antes en Tokyo en 1943. Su hija, bendito tesoro que continuaría el linaje de su familia tras su muerte. Solo podía oir su risa, armoniosa en brazos de su madre....su esposa, sabia que no volvería a verlas, pero las esperaría en el mas allá.
Su padre le había despedido antes de marchar al puerto para embarcar en el portaaviones, no le había dicho una frase de esas que pasan a la historia, con mucho significado; no hacía falta, al mirarle a los ojos sabía lo que quería decirle y lo que le habría dicho su madre de seguir con vida y no haber muerto antes de la guerra.
La guerra.....morir en combate.....morir con honor...., le habían entrenado para dar la vida por el Imperio, y lo haría sin dudarlo, de hecho, iba a hacerlo. Con un movimiento lento y ceremonioso desenvolvió el trozo de tela que llevaba en el bolsillo, leyo en él la frase a ambos lados de la bandera de su patria....con tranquilidad se ajusto la bandana a la cabeza, y fijo la vista en el horizonte.
Comenzaba a ver reflejos metálicos en el mar....había encontrado a la armada estadounidense; con un simple gesto conecto la radio y dio la orden de ataque.....treinta aviones japoneses descendieron en picado hacia su destino.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
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